El 11 de febrero de 1963, Sylvia Plath, considerada una de las escritoras más dinámicas y admiradas del siglo XX, se suicidó por intoxicación con monóxido de carbono al inhalar gas de cocina en su residencia en Londres. Plath había padecido, durante gran parte de su vida, los síntomas de una severa depresión atribuida por los biógrafos a una personalidad bipolar, agonía claramente plasmada en su legado literario: una única novela, “La Campana de Cristal”, así como numerosos relatos y poemas publicados antes y después de su muerte. En uno de sus textos, llamado “Elm”, Plath escribe: “Estoy aterrorizada por esta cosa oscura que duerme dentro de mí. Todos los días siento su suave giro como si fueran plumas, su malignidad”.
A pesar de las tendencias suicidas presentes en su comportamiento desde muy joven, Sylvia manifestaría, en cierto punto de su vida, que al escribir establecía contacto con la parte más saludable de sí misma (Collingwood, 2013), confesión en la que más adelante se basaría el psicólogo de la Universidad de Texas, James Pennebaker, para referirse a los efectos positivos de la escritura creativa en la salud mental. “Es muy posible —sostiene Pennebaker— que escribir poesía haya mantenido a Sylvia Plath con vida por más tiempo del que hubiese vivido sin la poesía” (Smith Bailey, 2003).
Sylvia Plath con sus hijos Frieda y Nicholas. Bonita imagen Plath jugando con sus hijos, fruto de su malogrado matrimonio con Ted Hughes.
Charles Dickens, Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, Emily Dickinson, John Keats, Virginia Woolf, Edgar Allan Poe, Leo Tolstoy, Franz Kafka, Alejandra Pizarnik, Ernesto Sabato, Sylvia Plath. Son algunas de las mentes creativas más elevadas de la literatura universal que, además, experimentaron en algún momento de sus vidas las repercusiones de un desorden mental, principalmente, la ansiedad y la depresión.
El novelista Graham Greene, por ejemplo, cuyo trastorno bipolar le conducía regularmente a episodios de conducta auto-destructiva, llegó a referirse a la escritura como “una forma de terapia, un sentimiento sin duda compartido por un sinnúmero de escritores” (Hinsull, 2013).
Durante el holocausto, Frankl estuvo recluido en un campo de concentración donde recopiló sus experiencias en más de una docena de notas escritas en taquigrafía. En su obra resultante: “El hombre en del sentido”, Frankl se refiere a este proceso de transformación de los hechos a la palabra escrita como una de las razones que le motivó a seguir con vida.
Beneficios del empleo de la escritura:
- Una mejora en el funcionamiento del sistema inmunológico
- Reducción de la presión arterial
- Mejoras en el estado de ánimo
- Sensación de un mayor bienestar psicológico
- Disminución de síntomas depresivos
- Reducción y/o evitación de síntomas post-traumáticos
- Mejora de la memoria de trabajo
- Mejora en el rendimiento deportivo